Llamada de Rosalie a Edward

Llamada de Rosalie a Edward (según el punto de vista de él)

El móvil de mi bolsillo sonó de nuevo. Era ya la vigésimo quinta vez que sonaba en veinticuatro horas. Barajé la opción de levantar la tapa para ver al menos quién trataba de contactar conmigo. Tal vez se trataba de algo importante. A lo mejor Carlisle me necesitaba.

Reflexioné un rato sobre ello, pero no me moví.

No estaba realmente seguro de dónde estaba. En algún ático oscuro y claustrofóbico, lleno de ratas y arañas. Las arañas me ignoraban, y las ratas se mantenían a cierta distancia de mí. El aire era denso, con un fuerte aroma a aceite de cocina, carne rancia, sudor humano, y la prácticamente sólida capa de polución que era de hecho visible en el aire húmedo, como una fina película negra que se había depositado encima de todo. Debajo de mí, cuatro historias de una vivienda modesta convivían conmigo, formando parte de mí. No me molestaba en separar sus voces de mis pensamientos – producían un fuerte clamor en español que no escuchaba. Tan sólo dejaba que los sonidos me entraran por un oído y me salieran por el otro. Insignificante. Todo ello era insignificante. Mi propia existencia era insignificante.

El mundo entero era insignificante.

Con mi frente presionada contra mis rodillas, me pregunté cuánto tiempo sería capaz de seguir así. A lo mejor era inútil. A lo mejor, si mi intento estaba condenado al fracaso de todas maneras, debería dejar de torturarme y volver…

La idea era tan tentadora, tan saludable – como si las palabras por sí solas contuvieran un fuerte sedante que borrara la montaña de dolor debajo de la que estaba enterrado – que me hacía jadear, me mareaba.

Podría dejarlo ahora, podría volver.

La cara de Bella, siempre tras de mis párpados, me sonreía.

Era una sonrisa de bienvenida, de perdón, pero no ejercía la influencia que mi subconsciente probablemente intentaba darle.

Desde luego que no podía volver. ¿Qué era mi dolor, después de todo, en comparación con su felicidad? Ella debería ser capaz de sonreír, libre de cualquier tipo de miedo o peligro. Libre de un futuro eterno y desangelado. Ella se merecía algo mejor que eso. Ella se merecía algo mejor que yo. Cuando dejara este mundo, iría a ese lugar que tan prohibido estaba para mí, sin importar mi conducta en este mundo.

La idea de ese final definitivo era mucho más intensa que el dolor que ya sentía. Mi cuerpo temblaba sólo de pensarlo. Cuando Bella tuviera que irse al lugar al que pertenecía y al que yo nunca podría ir, yo no podría quedarme atrás. Tiene que haber olvido. Tiene que haber alivio.

Esa era mi esperanza, pero no había garantías. “Dormir o, incluso, soñar. Ay, siempre igual” me dije. Incluso aunque no fuera más que cenizas, ¿de alguna manera seguiría sintiendo la tortura de su pérdida?

Un escalofrío me recorrió la espalda de nuevo.

¡Maldita sea! Lo había prometido. Le había prometido que no volvería a atormentar su vida de nuevo, trayendo mis oscuros demonios a ella. No iba a volver a su mundo. ¿Podría reportarle algún bien? ¿Cualquier mínimo bien?

La idea de volver al pequeño y permanente nublado pueblecito que siempre sería mi verdadero hogar en este planeta volvió a colarse en mis pensamientos de nuevo.

Sólo para asegurarse. Sólo para ver que ella estaba bien, segura y feliz. No para intervenir. Ella nunca se enteraría…

No. Mierda, no.

El móvil vibró de nuevo.

“Mierda, mierda, mierda”, gruñí.

Podría aprovechar la distracción, supuse. Abrí el móvil, observé los números, dándome el primer susto que había sentido en seis meses.

¿Por qué estaría Rosalie llamándome? Ella sería probablemente la que más se estaba divirtiendo con mi ausencia.

Debía de tratarse de algo realmente importante si ella necesitaba hablar conmigo. De repente empecé a preocuparme por mi familia y apreté el botón de llamada.

“¿Qué?, le pregunté muy tenso.

“Oh, wow. Edward me ha respondido al teléfono. Me siento tan honrada…”

Tan pronto como oí su tono de voz, supe que mi familia estaba bien. Debía de estar muy aburrida. Resultaba difícil adivinar sus motivos sin tener sus pensamientos como guía. Rosalie nunca había tenido mucho sentido para mí. Sus impulsos estaban normalmente basados en los más retorcidos sentidos de la lógica.

Colgué y cerré el móvil bruscamente.

“Déjame en paz”, susurré para mí mismo.

Como era de esperar, el móvil volvió a sonar de nuevo.

¿Seguiría llamándome hasta que le pasara a otro el mensaje con el que tenía planeado molestarme? Probablemente. Pasarían meses hasta que se sintiera cansada de este juego. Barajé la posibilidad de dejar que se pasara el resto del año apretando una y otra vez el botón de rellamada… y entonces suspiré y respondí al teléfono otra vez.

“Ve directa al grano.”

Rosalie me lanzó de sopetón las palabras: “Supuse que te gustaría saber que Alice está ahora mismo en Forks.”

Abrí los ojos y me quedé mirando fijamente a las vigas de madera podrida a tres pulgadas de mi cara.

“¿Qué?” Mi voz era llana, sin emociones.

“Sabes como es Alice – Como si ella lo supiera todo. Como tú” Rosalie se rió sin gracia. Su voz tenía un deje de nerviosismo, como si de repente no estuviera del todo segura sobre lo que iba a hacer.

Pero mi rabia hizo difícil que me preocupara qué problema tenía Rosalie.

Alice me había jurado que seguiría mi iniciativa por respeto a Bella, sin importar si estaba de acuerdo o no con mi decisión. Ella había prometido que dejaría a Bella sola… tanto tiempo como yo lo hiciese. Claramente, había pensado que tarde o temprano me doblegaría al dolor. A lo mejor tenía razón respecto a eso.

Pero no lo había hecho. No aún. Así que, ¿qué estaba haciendo en Forks? Quería estrujar su cuello tan delgado. Seguramente Jasper no me dejaría acercarme tanto a ella, aunque una vez que captara un atisbo de la furia que manaba de mí…

“¿Sigues ahí, Edward?”

No respondí. Apreté el puente de mi nariz, preguntándome si era posible que un vampiro tuviera migrañas.

Por otro lado, si Alice ya había vuelto…

No. No. No. No.

Había hecho una promesa. Bella se merecía una vida. Había hecho una promesa. Bella se merecía una vida.

Me repetí estas palabras como un mantra, tratando de apartar mi mente de la seductora imagen de la ventana oscura de la habitación de Bella; la puerta a mi santuario.

No había duda de que tendría que arrastrarme, si volvía. Eso no me importaba. Podría felizmente pasarme una década entera de rodillas si estuviera con ella.

No, no, no.

“¿Edward? ¿No te importa siquiera por qué Alice ha ido allí?”

“No precisamente.”

La voz de Rosalie se volvió ligeramente pagada de sí misma, encantada, sin duda, de haberme sonsacado una respuesta. “Bueno, desde luego, no está rompiendo exactamente las reglas. Quiero decir, bueno, en realidad nos dijiste que nos mantuviéramos lejos de Bella, ¿no? El resto de Forks no importa”.

Parpadeé muy despacio. ¿Bella se había ido? Mis pensamientos rondaban alrededor de esa idea tan inesperada. Aún no se había graduado, así que debía de haber vuelto con su madre. Eso era bueno. Podría vivir a la luz del sol. Era bueno que hubiera sido capaz de dejar las sombras tras de sí.

Traté de tragar, pero no pude.

Rosalie soltó una risita nerviosa. “Así que no tienes por qué estar enfadado con Alice”

“Entonces, ¿por qué me has llamado Rosalie, si era para meter a Alice en líos? ¿Por qué me molestas? Ugh!”

“¡Espera!”, dijo, sintiendo, correctamente, que podía volver a colgarle de nuevo. “¡Esa no es la razón por la que te he llamado!”

“¿Entonces por qué? Dímelo rápido y déjame en paz.”

“Bueno…”, dudó.

“Suéltalo de una vez, Rosalie. Tienes diez segundos.”

“Pensé que deberías volver a casa”, dijo rápidamente. “Estoy cansada de aguantar a Esme afligida todo el tiempo a Carlisle sin reírse. Deberías sentirte avergonzado de de lo que les has hecho. Emmett te echa de menos todo el rato y me pone nerviosísima. Tienes una familia. Crece de una vez y piensa en algo más que en ti mismo.”

“Interesante consejo, Rosalie. Deja que te cuente una pequeña historia de una olla y una tetera… (Supongo que se trata de una fábula popular o algo así)

“Yo pienso en ellos, no como tú. Si no reimporta cuánto daño les has hecho a los demás, ¿al menos de importa lo que ha sufrido Esme? Ella te quiere más que le resto de nosotros, y lo sabes. Vuelve a casa.”

No respondí.

“Pensé que una vez que todo esto de Forks hubiera terminado, te repondrías.”

“Forks nunca fue el problema, Rosalie”, dije tratando de ser paciente. Lo que había dicho de Esme y Carlisle me había calado hondo. “Sólo porque Bella – era duro decir su nombre en voz alta – se haya mudado a Florida, no significa que yo sea capaz de… Mira, Rosalie. Lo siento de verdad, pero, créeme, nadie se sentiría más feliz si yo estuviera allí.”

“Mmm…”

Ahí estaba, esa nerviosa vacilación de nuevo.

“¿Qué es lo que no me estás contando, Rosalie? ¿Se encuentra Esme bien? ¿Es Carlisle…?”

“Ellos están bien. Es sólo que… bueno, yo nunca dije que Bella se hubiese mudado.”

No hablé. Desaté una conversación en mi cabeza. Sí, Rosalie había dicho que Bella se había mudado. Había dicho: “En realidad nos dijiste que nos mantuviéramos lejos de Bella, ¿no? El resto de Forks no importa”. Y luego: “Pensé que una vez que todo esto de Forks hubiera terminado…” Así que Bella no estaba en Forks. ¿Qué quería decir entonces? ¿Bella no se había mudado?

Entonces Rosalie volvió a hablar rápidamente, soltando las palabras enojada esta vez.

“No quieren que te lo diga, pero me parece estúpido. Cuanto antes te repongas de esto, antes las cosas volverán a la normalidad. ¿Por qué dejar que te deprimas por oscuras esquinas de todo el mundo sin necesidad para ello? Puedes volver a casa ahora. Podemos volver a ser una familia de nuevo. Se acabó.”

Mi mente parecía rota. No encontraba sentido a sus palabras. Parecía como si hubiera algo muy, muy obvio en lo que me decía, pero no tenía ni idea de lo que era. Mi cerebro barajaba la información, buscando extraños enlaces entre ella. No tenía sentido.

“¿Edward?”

“No entiendo lo que dices, Rosalie.”

Hubo una larga pausa, equivalente a varios latidos del corazón de un humano.

“Está muerta, Edward”

Hubo una pausa aún más larga.

“Yo… lo siento. Tienes derecho a saberlo, vamos, eso es lo que creo. Bella… se tiró de un acantilado hace dos días. Alice lo vio, pero era demasiado tarde para hacer nada. Creo que habría ayudado, quiero decir, que habría roto su palabra, si hubiera tenido tiempo. Ella volvió para hacer todo lo posible por Charlie. Ya sabes cuánto se ha preocupado siempre por él.”

La línea quedó muerta. Me llevó unos segundos darme cuenta de que había sido yo el que había apagado el móvil.

Me senté en el suelo polvoriento un rato, el espacio se había congelado. Era como si el tiempo se hubiera terminado; como si el universo se hubiese parado.

Poco a poco, me fui moviendo como un hombre viejo. Volví a encender el móvil y marqué el único número al que me había prometido no volver a llamar nunca.

Si lo cogía ella, colgaría. Si lo cogía Charlie, le sonsacaría la información que necesitaba engañándolo. Probaría que el chiste sin gracia de Rosalie estaba equivocado, y entonces volvería a mi nada.

“Residencia Swan”, respondió una voz que no había oído nunca. Una voz ronca y profunda de hombre, pero con un deje aún juvenil.

No me paré a pensar en las implicaciones de aquello.

“Soy el Dr. Carlisle Cullen”, dije, imitando perfectamente la voz de mi padre. “¿Puedo hablar con Charlie?”

“No está aquí”, respondió la voz, sorprendiéndome un poco el enfado de su voz. Las palabras eran casi un gruñido. Pero eso no importaba.

“Bueno, ¿dónde está entonces?”, pregunté, poniéndome cada vez más impaciente.

Hubo una pequeña pausa, como si el extraño quisiera negarme cierta información.

“Está en el funeral”, respondió finalmente el chico.

Colgué el móvil otra vez.

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