Extended Prom Remix

“Cuando me vas a decir que está pasando, Alice?”

“Ya lo veras, se paciente” ordenó, haciendo muecas.

Estábamos en mi coche pero ella conducía. Tres semanas más y ya no estaría caminando escayolada, y entonces iba poner muy firmemente mi pie sobre el asunto de conducir. Me gustaba conducir.

Estábamos a finales de mayo, y la tierra alrededor de Forks encontraba de alguna manera la forma de ser aún más verde de lo normal. Era precioso, por supuesto, y yo estaba volviéndome algo reconciliada con el bosque, sobre todo a causa de pasar más tiempo allí de lo normal. No éramos muy amigos aún, la naturaleza y yo, pero nos estábamos acercando. El cielo estaba gris, pero eso también era agradable. Era un gris perlado, no sombrío del todo, no lluvioso, y casi suficiente calido para mí. Las nubes eran gruesas y seguras, esa clase de nubes que se han convertido agradables para mí, debido a la libertad que garantizaban. Pero a pesar de estos entornos agradables, me sentía nerviosa. Por una parte debido al comportamiento extraño de Alice. Ella había insistido este sábado a la mañana en que era el día de las chicas fuera, llevándome hasta Port Angeles para hacernos la manicura y la pedicura, rechazando dejarme tener la modesta sombra rosa que yo quería y ordenando a la manicurista que me pintara con un brillante rojo oscuro – incluso insistió en que me pintara las uñas de mi pie escayolado.

Cuando acabamos Alice me llevó a una tienda de zapatos, aunque solo me podía probar un zapato de cada par. En contra de mis vigorosas protestas, ella me compro un par de lo más impráctico, caro, tacones stiletto – cosas peligrosas, sujetas solamente por las cintas gruesas del satén que se cruzaban sobre mi pie y se ataban en un ancho arco detrás de mi tobillo. Eran de un azul profundo, un azul jacinto, y en vano intenté explicar que no tenía nada con lo que ponerme esos zapatos. Incluso con mi armario embarazosamente lleno de ropa que ella me había comprado en L.A. – la mayor parte de la ropa todavía demasiado ligera para ponérsela en Forks – estaba convencida de que no tenía nada en ese tono. E incluso si hubiese tenido ese tono exacto escondido en algún rincón de mi armario, mi ropa no hacía juego con los tacones Stiletto. Yo no hacía juego con los tacones Stiletto – podía caminar apenas con seguridad en calcetines. Pero mi lógica irrebatible no hacía mella en ella. Ella incluso no volvería a discutir. (¿?)

“Bien, no son de Biviano, pero lo van a tener que hacer” murmuró descontenta, y entonces no hablaría más mientras desencadenaba su tarjeta de crédito con los atemorizados empleados. Me consiguió la comida en un sitio de comida rápida a través de la ventana, diciéndome que tenía que comer en el coche, pero negándose a explicarme la razón de tanta prisa. Además, de camino a casa le tuve que recordar varias veces que mi coche no era capaz de funcionar como un coche deportivo, incluso con las modificaciones de Rosalie, y que por favor le diera a la pobre cosa una rotura (y to please give the poor thing a break).

Normalmente, Alice era mi chofer preferido. Ella no parecía aburrida conduciendo veinte o treinta millas sobre el límite de velocidad, la manera que algunas personas no podían soportar. Pero la agenda secreta de Alice era solo la mitad del problema, por supuesto. Yo estaba también patéticamente ansiosa porque no había visto el rostro de Edward en casi seis horas y eso tenía que ser un record en los últimos dos meses.

Charlie había estado difícil, pero no imposible. El estaba reconciliado con presencia constante de Edward cuando volvía a casa, sin encontrar nada sobre lo que discutir cuando nos sentábamos para hacer nuestros deberes en la mesa de la cocina— incluso parecía disfrutar de la compañía de Edward mientras los dos gritaban juntos a los juegos de ESPN. Pero no había perdido nada de su original severidad cuando sostenía la puerta a Edward exactamente a las diez cada noche de la semana. Por supuesto, Charlie era completamente inconsciente de la habilidad de Edward para regresar con su coche a casa y estar de vuelta en mi ventana en menos de diez minutos.

Él era mucho más agradable con Alice, a veces un tanto embarazoso. Obviamente, hasta que tuviera mi voluminosa escayola algo más manejable, necesitaba la ayuda de una mujer. Alice era un ángel, una hermana; todas las noches y todas las mañanas ella aparecía para ayudarme con mis rutinas diarias. Charlie estaba enormemente agradecido de ser relevado del horror de una hija casi adulta que necesitaba ayuda para ducharse—esa clase de cosa estaba lejos de ser de su comodidad, y también de la mía, para ese tema. Pero era con más que gratitud que Charlie llevó a llamarla “Ángel” como apodo, y la miraba con ojos perplejos cuando ella bailaba sonriente por la pequeña casa, iluminándola. Ningún ser humano podía no ser afectado por su increíble belleza y gracia, y cuando ella se deslizaba por la puerta cada noche con un cariñoso, “Te veo mañana, Charlie”, le dejaba atontado.

“Alice, ¿vamos a casas ahora?” le pregunté en ese momento, las dos entendiendo que me refería a la casa blanca junto al rió.

“si.” hizo una mueca, conociéndome bien. “Pero Edward no está ahí.”

Fruncí el ceño. “¿Donde está?”

“Él tenía algunos recados que hacer”

“¿Recados?” repetí tajante. “Alice,” mi tono se volvió engatusado, “por favor dime que está pasando.”

Ella sacudió la cabeza, todavía haciendo muecas firmemente. “Me estoy divirtiendo mucho,” explico. Cuando entramos en la casa, Alice me llevo directa arriba, al baño de su habitación. Me sorprendió encontrar a Rosalie ahí, esperando con una sonrisa celestial, detrás de una silla rosa. Un arsenal de herramientas y productos cubrían el largo mostrador.


“Siéntate,” ordenó Alice. La consideré cuidadosamente por un minuto, y entonces, decidiendo que ella estaba preparada para usar la fuerza si era necesario, cojeé hasta la silla y me senté con la dignidad que podía manejar. Rosalie inmediatamente empezó a cepillarme el pelo.

“¿Supongo que no me dirás sobre que va esto?” le pregunte.

“Me puedes torturar,” murmuró, absorta con mi pelo, “pero nunca hablare.”

Rosalie sujeto mi cabeza en el lavabo mientras Alice frotaba mi pelo con un champú que olía como a menta y a pomelo. Alice pasó la toalla a través del enredo mojado furiosamente, entonces roció casi una botella entera de algo más—este olía como a pepinos—en el pelo mojado y me pasó la toalla otra vez.

Entonces, peinaron el lío rápidamente; lo que olía a pepino hizo que el enredo se comportara. Puede que pidiera algo de eso. Luego cada una cogió un secador y se pusieron a trabajar.
Mientras pasaban los minutos, y ellas siguieron descubriendo nuevas secciones de pelo empapado, sus caras empezaron a tomar una expresión un poco preocupada. Yo sonreí alegremente. Algunas cosas incluso ni los vampiros podían acelerar.

“Tiene una porción tremenda de pelo,” comentó Rosalie con voz ansiosa.

“¡Jasper!” llamó claramente Alice, pero no en voz alta, “¡encuéntrame otro secador!”

Jasper vino a su rescate, subiendo de alguna manera con dos secadores más, que apuntó a mi cabeza, profundamente divertido, mientras ellas seguían trabajando.

“Jasper…” empecé esperanzada.

“Lo siento, Bella, no estoy autorizado a decir algo.” escapó agradecido cuando finalmente estuvo todo seco y poufy (¿?). Mi pelo sobresalía tres pulgadas de mi cabeza.

“¿Que me habéis hecho?” pregunté con horror. Pero ellas me ignoraron, sacando una caja de rodillos calientes.
Intenté convencerlas de que mi pelo no se rizaba, pero me ignoraron, embadurnando algo que era de un color amarillo malsano a través de cada mechón antes de darle vueltas alrededor de un rulo caliente.

“¿Encontraste zapatos?” preguntó intensamente Rosalie mientras trabajaban, como si la respuesta fuese de vital importancia.

“Si—son perfectos,” ronroneó Alice con satisfacción.

Ví a Rosalie en el espejo, cabeceando como si un gran peso hubiese sido sacado de su mente.

“Tu pelo se ve bien,” hice notar. No que no estuviese siempre ideal—pero ella lo tenía levantado esa tarde, creando una corona de rizos de oro suave encima de su cabeza perfecta.

“Gracias” sonrió. Ahora habían empezado con la segunda tanda de rizos.

“¿Qué piensas sobre el maquillaje?” preguntó Alice.

“Es un dolor” ofrecí. Ellas me ignoraron.

“No necesita mucho—su piel está mejor desnuda,” reflexiono Rosalie.

“Pintalabios,” decidió Alice.

“Y rimel y lápiz de ojos,” agregó Rosalie, “solo un poco.”

Suspire fuertemente. Alice se rió nerviosamente. “Se paciente, Bella. Nos lo estamos pasando bien.”

“Bien, mientras seas (as long as you are)” murmure.

Ellas tenían ahora todos los rulos ceñidamente e incómodamente sujetos a mi cabeza.

“Vamos a vestirla.” La voz de Alice se emocionó con expectación. Ella no esperó a que yo cojeara fuera del baño bajo mi propia energía. En lugar de eso, me levantó y me llevó a la grande habitación blanca de Rosalie y Emmett. En la cama, había un vestido. Azul jacinto, por supuesto.

“¿Qué te parece?” gorjeó Alice.

Esa era una buena pregunta. Era suave con volantes, aparentemente era para ser puesto bajo y por debajo de los hombros, con largas mangas que se fruncían en las muñecas. El fino corpiño estaba rodeado por otra, pálida-florecida, tela Jacinta, que se plegaban juntos para formar un fino volante abajo en el lado izquierdo. El material florecido era largo atrás, pero abierto en la parte delantera por varias capas correspondientes de volantes de suave jacinto, aclarado en tono cuando alcanzaban el dobladillo té-longitud/tramo de la parte baja.

“Alice,” gemí. “¡no me puedo poner eso!”

“¿Por qué?” exigió en voz fuerte.

“¡La parte de arriba es see-though (yo supongo que se refiere a que es muy descubierta, que no tapa casi vamos xD)!”

“Esto va debajo” Rosalie aguantó una mirada siniestra, una prenda azul pálido.

“¿Que es esto?” pregunté aterrada.

“Es un corsé, tonta,” dijo Alice, impaciente. “Ahora ¿te lo vas a poner, o tengo que llamar a Jasper y pedirle que te sujete mientras lo hago yo?” me amenazó.

“Supuestamente eres mi amiga” le acusé.

“Se buena Bella,” suspiró, “No recuerdo ser humana y estoy intentando tener algo de diversión aquí. Además, es por tu propio bien.”

Me quejé y me ruborice mucho, pero no les llevo mucho tiempo que me pusiera el vestido. Lo tenía que admitir, el corsé tenía sus ventajas.

“Guau,” respire, mirando hacia abajo. “Tengo hendidura.”

“Quien lo habría adivinado,” Alice se rió entre dientes, encantada con su trabajo. Aunque yo no estaba completamente vendida.

“¿No creéis que este vestido en un poco demasiado…no se, atrevido…para Forks?” pregunté vacilante.

“Yo creo que las palabras que estas buscando son haute couture (¿?)” se rió Rosalie.

“No es para Forks, es para Edward,” insistió Alice. “Es exactamente apropiado.”

Entonces, me llevaron de vuelta al baño, desenrollando los rizos con dedos voladores. Para mi asombro, cayeron cascadas de rizos. Rosalie sujeto la mayoría de ellos arriba, enrollándolos cuidadosamente en una equime (¿?) melena de rizos que se desbordaron en una gruesa línea por mi espalda. Mientras ella trabajaba, Alice pintó rápidamente una fina raya alrededor de cada uno de mis ojos, ya con rimel, y pasó cuidadosamente un pintalabios rojo oscuro por mis labios. Luego se fue de la habitación y volvió rápidamente con los zapatos.

“Perfecto,” respiró Rosalie mientras Alice los sujetaba para admirarlos.

Alice ató el mortal zapato expertamente, y luego miró mi escayola con especulación en sus ojos.

“Supongo que hemos hecho lo que hemos podido,” sacudió su cabeza tristemente. “¿no crees que Carlisle nos dejaría…? Miró a Rosalie.

“Lo dudo,” replicó Rosalie secamente. Alice suspiró.

Ambas levantaron sus cabezas entonces.

“Él está de vuelta” yo sabía a que ‘él’ se referían, y me sentí energéticas mariposas en mi estomago.

“Él puede esperar. Hay una cosa más importante.” dijo Alice firmemente. Ella me levanto otra vez—una necesidad, estaba segura de que no podía andar en ese zapato—y me llevo a su habitación, donde ella gentilmente me dejo de pie en frente de su ancho, borde dorado, espejo.

“Ahí” dijo. “¿Ves?”

Mire fijamente a la extraña en el espejo. Ella parecía muy alta en el alto zapato, con la larga, estrecha línea del ceñido vestido añadiéndose a la ilusión. La blusa décolleté – dónde su excepcionalmente impresionante busto (parte de arriba, pecho) atrajo mi atención otra vez. —hacía parecer su cuello muy largo, mientras las columnas de brillantes rizos bajaban por su espalda. El color jacinto de la tela era perfecto, destacando la cremosidad de su piel de marfil, las rosas en el sonrojo de sus mejillas (the roses in the blush on her cheeks). Ella estaba muy guapa, lo tenía que admitir.

“Bien, Alice” sonreí. “veo.”

“No lo olvides,” ordenó.

Ella me levantó otra vez, y me llevo a las escaleras.

“¡Date la vuelta y cierra tus ojos!” ordenó bajando las escaleras. “Y estate fuera de mi cabeza—no lo arruines.”

Ella vaciló, caminando más despacio de lo normal bajando la escalera hasta que pudo ver que él había obedecido. Entonces voló el resto del camino. Edward estaba en la puerta, de espalda a nosotras, muy alto y oscuro—Nunca antes le había visto vestir de negro. Alice me sentó verticalmente, alisando la tela de mi vestido, poniendo un rizo en su lugar, y entonces me dejó ahí, y se fue a sentar al banco del piano a mirar. Rosalie se sentó con ella en la audiencia.

“¿Puedo mirar?” su voz era intensa con expectación—hizo que mi corazón palpitara irregularmente.

“Si…ahora,” dirigió Alice.

Él se giro inmediatamente, y entonces se quedo congelado en el sitio, abrió los ojos de par en par. Yo podía sentir el adulador calor en mi cuello y teñir mis mejillas. Él estaba magnífico; Sentí un parpadeo del viejo miedo, que él era solo un sueño, no era posible que fuese real. Él vestía un traje negro, y pertenecía a una película, no a mi lado. Le mire fijamente con aterrorizada incredulidad.
Caminó lentamente hacía mi, vacilando con un pie cuando me alcanzó.

“Alice, Rosalie…gracias,” respiró sin dejar de mirarme. Oí la risa ahogada de placer de Alice.

Caminó hacía delante, ahuecando una mano fría debajo de mi mandíbula, e inclinándose para presionar sus labios en mi garganta.

“Eres tu,” murmuró contra mi piel. Se apartó, y había flores blancas en su otra mano.

“Fressia,” me informó mientras se fijaba en mis rizos. “Completamente redundante, por lo que concierne a la fragancia, por supuesto.” Se inclinó para verme otra vez. Sonrió con esa sonrisa que me paraba el corazón. “Estás absurdamente hermosa.”

“Estás en mi misma línea,” mantuve mi voz tan clara como pude manejar. “Justo cuando me convezco a mi misma de que eres real, te pones de manifiesto apareciendo así y tengo miedo de que este soñando otra vez.”

Él me levantó rápidamente en sus brazos. Me sujeto cerca de su cara, sus ojos quemaban cuando me puso incluso más cerca.

“¡Mira el pintalabios!” ordenó Alice.

Él se rió rebeldemente, pero en cambio, dejó caer su boca al hueco encima de mi clavícula.

“¿Estás lista para irnos?” preguntó.

“¿Me va a decir alguien cual es la ocasión?”

Él se rió otra vez, mirando por encima de su hombro a sus hermanas. “¿No lo ha adivinado?”

“No,” rió tontamente Alice. Edward rió con deleite. Fruncí el ceño.

“¿Qué me estoy perdiendo?”

“No te preocupes, lo entenderás muy pronto,” me aseguró.

“Déjala en el suelo, Edward, para que pueda sacar un foto,” Esme estaba bajando las escaleras con una cámara plateada en sus manos.

“¿Fotos?” murmuré, mientras él me ponía cuidadosamente sobre mi pie bueno. Estaba teniendo un mal presentimiento sobre todo esto. “¿Aparecerás en la foto?” pregunté sarcásticamente. Me sonrió.

Esme nos tomo varias fotografías, hasta que Edward irónicamente insistió en que se nos iba a hacer tarde.

“Os veremos allí,” dijo Alice mientras él me llevaba a la puerta.

“¿Alice estará allí?” Me sentí un poco mejor.

“Y Jasper, y Emmett, y Rosalie.”

Mi frente se arrugo con concentración mientras intentaba adivinar el secreto. Él rió disimuladamente ante mi expresión.

“Bella,” me llamó Esme, “Tu padre está al teléfono.”

“¿Charlie?” preguntamos simultáneamente Edward y yo. Esme me trajo el teléfono, pero él me lo arrebató cuando ella intentó dármelo a mí, manteniéndome lejos fácilmente con un brazo.

“¡Oye!” protesté, pero él ya estaba hablando.

“¿Charlie? Soy yo. ¿Qué pasa?” sonó preocupado. Mi cara palideció. Pero entonces su expresión se volvió divertida y de repente malvada.

“Dale el teléfono, Charlie—déjame hablar con él.” Lo que fuese que estaba pasando, Edward se estaba divirtiendo un poco demasiado como para que Charlie estuviera en algún peligro. Me relajé ligeramente.

“Hola, Tyler, soy Edward Cullen,” su voz era muy amistosa, en apariencia. Pero yo ya le conocía lo bastante para detectar el leve rastro de amenaza en su tono. ¿Qué estaba haciendo Tyler en mi casa? Caí en la cuenta de la terrible verdad poco a poco.

“Lamento que se haya producido algún tipo de malentendido, pero Bella no esta disponible esta noche.” El tono de su voz cambió, y la amenaza se hizo más evidente mientras seguía hablando. “Para serte totalmente sincero, ella no va a estar disponible ninguna noche para cualquier otra persona que no sea yo. No te ofendas. Y lamento estropearte la velada” No sonaba como si lo sintiera en absoluto. Y entonces, cerró el teléfono con un golpe con una ancha y estúpida sonrisa en su rostro.

“¡Me llevas al baile de fin de curso!” Le acusé furiosa. Mi cara y cuello se ruborizaron con cólera. Pude sentir las lágrimas de rabia que se empezaban a acumular en mis ojos. Él no esperaba una reacción tan fuerte, eso estaba claro. Apretó los labios y estrechó lo ojos.

“No te pongas difícil, Bella”

“Bella, vamos todos,” animó Alice, de repente en mi hombro.

“¿Por qué me haces esto?” exigí.

“Será divertido.” Alice era todavía brillantemente optimista.

Pero Edward se inclinó para murmurar en mi oreja, su voz de terciopelo y seria. “Solo eres humana una vez, Bella. Divierteme”

Entonces dirigió contra mí la fuerza de sus abrasadores ojos dorados, fundiéndose mi resistencia con su calor.

“Bien” contesté con un mohín, incapaz de echar fuego por los ojos con la eficacia deseada. “Me lo tomaré con calma. Pero ya veras” advertí “En mi caso, la mala suerte se está convirtiendo en un hábito. Seguramente me romperé la otra pierna. ¡Mira este zapato! ¡Es una trampa mortal!” Levanté la pierna para reforzar la idea.

“Humm” miró atentamente mi pierna más tiempo del necesario, y entonces miró a Alice con ojos brillantes “otra vez, gracias.”

“Llegareis tarde a donde Charlie” nos recordó Esme.

“Está bien, vamos,” me columpió hacia la puerta.

“¿Esta Charlie al tanto de esto?” pregunté con los dientes apretados.

“Por supuesto,” sonrió.

Estaba preocupada, así que no lo advertí al principio. Solo fui consciente de un coche plateado, y asumí que era el Volvo. Pero entonces se paró tan despacio para ponerme allí que pensé que me iba a sentar en el suelo.

“¿Que es esto?” pregunté, sorprendida de encontrarme en un no familiarizado coupe. “¿Dónde está el Volvo?”

“El Volvo es mi coche diario” me dijo con cuidado, aprensivo de que yo podía tener otro ataque. “Este es un coche de una ocasión especial”

“¿Que pensará Charlie?” sacudí la cabeza con desaprobación mientras me subía y encendía el motor. Ronroneó.

“Ah, la mayor parte de la gente en Forks piensa que Carlisle es un coleccionador ávido de coches.” Se apresuró por el bosque hacía la carretera.

“¿Y no lo es?”

“No, ese es más mi hobby. Rosalie colecciona coches, también, pero ella prefiere perder el tiempo con sus entrañas antes que conducirlos. Ella trabajo mucho en éste para mi.”

Aún me estaba preguntando por qué volvíamos a casa de Charlie cuando ya estábamos en frente. La luz de porche estaba encendida, aunque aun no había anochecido. Charlie seguramente estaba esperando, probablemente asomándose por la ventana ahora. Empecé a ruborizarme, preguntándome si la primera reacción de mi padre hacía el vestido no sería similar a la mía. Edward paseó, demasiado despacio para él, alrededor del coche para alcanzar mi puerta—confirmando mi sospecha de que Charlie estaba al acecho.

Entonces, mientras Edward me levantaba con cuidado fuera del pequeño coche, Charlie--muy inusitadamente—salió a la entrada para saludarnos. Mis mejillas ardían; Edward lo advirtió y me miro interrogante. Pero no necesitaba estar preocupada. Charlie no me había visto aún.

“¿Es esto un Aston Martin? Preguntó a Edward en una voz reverente.

”Si—El Vanquish.” Los bordes de su boca se retorcieron, pero logró controlarlo.

Charlie lanzó un silbido.

“¿Quieres probarlo?” Edward sujetó la llave.

Los ojos de Charlie finalmente se apartaron del coche. Miró a Edward con incredulidad---con una diminuta esperanza.

“No,” dijo reacio, “¿Que diría tu padre?”

“Carlisle no tendrá inconveniente,” dijo Edward sinceramente, riéndose. “Adelante” apretó la llave el la mano dispuesta de Charlie.

“Bien, solo una vuelta rápida…” Charlie ya acariciaba el guardabarros con una mano.

Edward me ayudo cojeando a la puerta principal, levantándome tan pronto como estuvimos dentro, y llevándome a la cocina.

“Eso salió bien,” dije. “El no tuvo la oportunidad de flipar con mi vestido.” Edward parpadeó. “No pensé en ello,” admitió. Sus ojos recorrieron otra vez mi vestido con una expresión crítica. “Supongo que ha estado bien que no tomáramos el camión, clásico o no.”
Aparté mal dispuesta la mirada de su rostro el suficiente tiempo para darme cuenta de que la cocina estaba inusualmente oscura. Había velas en la mesa, muchas, quizás veinte o treinta velas blancas. La vieja mesa estaba oculta por una larga y blanca tela y había dos sillas.

“¿Es en esto en lo que has estado trabajando hoy?”

“No—esto solo me llevó un momento. Fue la comida lo que me llevó todo el día. Sé que te parecen los restaurantes lujosos que abruman, no hay muchas opciones que caigan en esa categoría por aquí, pero decidí que no podías quejarte sobre tu propia cocina.” Me sentó en una de las blancas sillas envueltas, y empezó a reunir cosas del frigorífico y del horno. Me di cuenta que había solo cubiertos para una persona.

“¿No vas a alimentar a Charlie, también? tiene que volver a casa con el tiempo.”

“Charlie no puede comer nada más--¿Quién piensas que fue mi degustador? Tenía que estar seguro de que todo era comestible.” Puso un plato delante de mi, lleno de cosas que parecían muy comestibles.

Suspiré.

“¿Estás aún loca?” pasó la otra silla alrededor de la mesa para poder sentarse junto a mi.

“No. Bueno, si, pero no en este momento. Estaba solo pensando –ahí va, en la cosa que puedo hacer mejor que tú. Esto tiene buena pinta.” Suspiré otra vez.

El se rió entre dientes. “Aún no lo has probado—se optimista, puede que esté horrible.”

Comí un trozo, me detuve, y entonces hice una mueca.

“¿Está horrible?” preguntó asustado.

“No, está fabuloso, naturalmente.”

“Que alivio,” sonrió, tan perfecto. “No te preocupes, todavía hay muchas cosas en las que eres mejor.”

“Nombra una.”

No contestó al principio, el apenas paso levemente su frió dedo por la línea de mi clavícula, sosteniendo mi mirada con ojos ardientes hasta que sentí mi piel arder y sonrojada.

“Ahí está eso,” murmuró, tocando el carmesí de mi mejilla. “Nunca he visto a nadie ruborizarse tan bien como lo haces tú.”

“Genial,” fruncí el ceño. “La reacciones involuntarias—algo de lo que puedo estar orgullosa.”

“También eres la persona más valiente que conozco.”

“¿Valiente?” me burlé.

“Pasas todo tu tiempo libre en compañía de vampiros; eso precisa coraje. Y no vacilas en ponerte a una proximidad peligrosa de mis dientes…”

Sacudí mi cabeza. “Sabía que no podías sugerir algo.”

Se rió. “Yo soy serio, tú no. Pero no importa. Come.” Me cogió el tenedor, impaciente, y empezó a alimentarme. La comida estaba perfecta, por supuesto.

Charlie volvió a casa cuando ya había casi acabado. Miré su rostro con cuidado, pero mi suerte se mantenía, estaba demasiado deslumbrado por el coche como para darse cuenta de cómo estaba vestida. Devolvió las llaves a Edward.

“Gracias, Edward,” sonrió soñador. “Eso es un coche.”

“De nada.”

“¿Cómo estaba todo?” Charlie miró mi plato vacío.

“Perfecto.” Suspire.

“Ya sabes, Bella, puedes dejarle que cocine para nosotros de nuevo alguna vez,” insinuó.

Dirigí a Edward una mirada oscura. “Estoy segura de que lo hará, papá.”

No fue hasta que estuvimos al otro lado de la puerta cuando Charlie se despertó completamente. Edward tenía su brazo alrededor de mi cintura, para el equilibrio y el apoyo, mientras cojeaba en el inestable zapato.

“Mm, pareces…muy mayor, Bella.” Podía oír el principio de la desaprobación paternal.

“Alice me vistió. No pude decir mucho en algo.”

Edward rió tan bajo que solo le oí yo.

“Bien, si Alice…” se ablandó. “ Estás guapa, Bells” se detuvo con un rayo astuto en sus ojos. “Así que, ¿debería estar esperando que aparezca algún joven más en esmoquin esta noche?” gemí y Edward rió disimuladamente. Como podía alguien ser tan inconsciente como Tyler, no lo podía entender. No era como si Edward y yo hubiésemos sido reservados en el instituto. Íbamos y volvíamos juntos, me había llevado a todas mis clases, me sentaba con él y su familia en la comida, y él tampoco era tímido en cuanto a besarme ante testigos. Tyler claramente necesitaba ayuda profesional.

“Eso espero,” Edward sonrió a mi padre. “Hay un refrigerador repleto de sobras—diles que se ayuden a si mismas.”

“No creo—ésas son mías,” murmuró Charlie.

“Apunta los nombres para mi, Charlie,” El indicio de amenaza en su voz era probablemente sólo audible para mí.

“Ah, ¡ya basta!” ordené.

Agradecidamente, al final nos metimos en el coche y nos fuimos.

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