Narcóticos

Narcóticos

(Este fragmento va despues del corte inical de Bella en casa de los Cullen donde en un principio el corte era más profundo y Carlislie le receta Percocet para el dolor):

Me desplomé sobre la almohada, jadeando, con la cabeza dándome vueltas. El brazo ya no dolía, pero no sabía si era debido al efecto calmante que me había provocado el beso. Algo tiró, escurridizo, de los bordes de mi memoria...
- Lo siento – dijo, también sin aliento -. Eso es pasarse de la raya.
Para mi propia sorpresa, me reí tontamente.
- Qué gracioso – farfullé, y solté otra risita tonta.
Él frunció el ceño en la oscuridad. Parecía serio. Era para morirse de risa.
Me tapé la boca para amortiguar la risa que Charlie habría oído.
- Bella, ¿nunca has tomado Percocet antes?
- No creo – me reí tontamente de nuevo - ¿Por qué?
Entornó los ojos, y no pude parar de reír.
- ¿Cómo está tu brazo?
- No puedo sentirlo. ¿Está ahí todavía?
Suspiró cuando me reí de nuevo.
- Intenta dormir, Bella.
- No, quiero que me beses otra vez.
- Estás sobreestimando mi autocontrol.
Me reí por lo bajo.
- ¿Qué te tienta más, mi sangre o mi cuerpo? – mi pregunta me hizo reír.
- Hay un empate – sonrió abiertamente a pesar de sí mismo -. Nunca te he visto colocada. Eres muy divertida.
- No estoy colocada – intenté contener las risitas tontas para probarlo.
- Duerme hasta que se te pase – sugirió.
Comprendí que me estaba poniendo en ridículo, lo cual no era raro, pero aún era embarazoso, así que seguí su consejo. Puse mi cabeza en su hombro de nuevo y cerré los ojos. De vez en cuando se me escapaba otra risita histérica. Pero eso se hizo más infrecuente a medida que las drogas me adormecían hacia la inconsciencia.

* * *

Me sentía realmente fatal por la mañana. Mi brazo quemaba, y me dolía la cabeza. Edward dijo que yo tenía resaca, y me recomendó Tylenol bastante más que Percocet antes de besar mi frente con indiferencia y sumergirse fuera de mi ventana.
No pude aliviar mi presentimiento de que la expresión de su cara era lejana y afable. Estaba algo preocupada por las conclusiones a las que él podría haber llegado durante la noche mientras me veía dormir. La ansiedad parecía aumentar la intensidad de los fuertes latidos de mi cabeza.
Tomé una doble dosis de Tylenol, tirando el pequeño frasco de Percocet en la papelera del baño.

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